martes, 7 de octubre de 2008

I. Cartas a Andrea

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4 de julio–

Hola Andrea. 

Hoy te di en tu ausencia tu primera puntada con un hilo transparente y brillante que te encantaría. Cae como una cascada y, en ocasiones, se torna verde como el mar. Sobre lo extraño que te comenté en mi última carta que te dejó tan intrigada, te digo que tranquila. 

Tranquila chica. Chiquita, chiquitica. 

No es que pasa algo del otro mundo. 

Pasa sólo que me estoy leyendo un libro que no tiene que ver contigo, no tiene nada que ver conmigo, siquiera, o quizá sí, pero no. No tiene nada que ver con nosotros, ni de cerca ni de lejos, pero te apareces en sus líneas y me saludas, te transformas en uno de sus personajes, el mejor, el que fue creado para dibujar los sentimientos del protagonista, que es un loco, un valiente como no lo soy yo, y me tomas de la mano y me besas y me llevas hasta un mar de mentiras que queda en un cuarto, pequeño, como espiral, y me introduces en tu vientre, que es de tela, y nos volvemos tela ambos y entonces ya somos uno y no te puedo olvidar. Es algo raro, porque ya vuelvo a escuchar música clásica y esta vez andaba vestido y sólo buscaba el sueño, y lo conseguí sin darme cuenta, pero sé que ya dormido, cuando en la madrugada no había historias, pensaba en ti. Y te quería de regreso, como siempre y entonces abría los ojos y trataba de olvidar el día y, a veces, de recordarlo. 

Es un libro, estoy seguro, que te encantaría o rechazarías o ni de una ni de otra (ya vez que tan seguro estoy de nada), pero es un libro tonto, corto, escrito como con ganitas por alguien para un tipo extraño, o a lo mejor sin tantas ganas, sino de puro ejercicio, pero la cosa no es el libro. La cosa eres tú, mujer, o mejor, tu imagen que se aparece sin permiso mientras leo eso que ni te pertenece, ni me pertenece, ni nos pertenece. A fin de cuentas, nuestros podrán ser bares y besos, y alguna que otra particularidad, como tus siete rosas o una pelea de continuo o una deuda de ganas o un almuerzo, o toda nuestra vida y mis vivencias y tus cuadros, que es lo mismo, o al menos como si lo fuera, pero ya. Entonces digo que es raro, porque las letras salen solas y no me importa lo que pongo, y eso que estoy un poco cansado.

La cosa, entre otras, es que quisiera verte y tenerte, y darte como calorcito. Quisiera que estuvieras aquí y morderte la boca, que tantas veces digo. Quisiera apretarte y que te fueras, no importa, pero tú sabes, por lo menos un abrazo y ya después ahí uno mete la manito por debajo de la franela y siente un gustico como rico y cree sentirse satisfecho aunque sabe que no y que en el fondo siempre se quiere más hasta ver los desechos de la tela, que es como gruesa y seca, pero única. Espesa. Ágil. Rugosa. Adictiva al tacto. Rugosa y ágil. Espesa. Parece otra cosa pero se siente a seda. Un extraño telón de imágenes que nos cubre el rostro y somos nosotros mismos, hasta separarnos y volvernos a besar. Hasta ver el sueño de los dos cuerpos dibujados sobre un colchón, que puede ser de mil maneras porque la cosa son los cuerpos y no el colchón, dormidos, fundidos, descansados o descansando, satisfechos ahora sí. Hermanados de sudor en una noche que no se sabe ni cuándo ni cómo llegó. Con una sonrisa tenue, completa, que apenas se dibuja y que es más grande que los propios cuerpos, llenos de regocijo. Y la respiración. Cuerpos esperando un azul o un naranja de dibujo en un lienzo que, acabamos de descubrir, es la misma tela. 

Nada del otro mundo. 

Un libro que nada nos toca, no tiene que ver con lo que te escribo aquí y no es siquiera tan bueno, como a ti te podría parecer. 

De ahí salió todo, pero ya ni sé por qué. 

Es algo raro. 

Igual no lo he terminado, aunque es de leerse en una hora, sin exagerar, así que cualquier cosa te vuelvo a escribir algo. Un beso. Te quiero y te sigo esperando. Tu muñeca pregunta por ti de vez en cuando y me mira con ojos tristes, en ocasiones siento algo de lástima porque sus pestañas parecen humedecer mi vida cuando la veo, y recuerdo las paredes y mi cama, ese día y noche, y mi caballete. 

Max.

3 comentarios:

_eL mismo que viste y calza... dijo...

Ufffffffffff...
Tenía tiempo que no leía las cartas de Andrea.
Espero las siguientes.
Te mando kgs de abrazos y buena vibra.

_tEo...

Anónimo dijo...

Las horas no pasan y el tiempo es un olvido. La gelatina de limón nadie se la quiere comer hoy. Quizá por eso agarro lo que queda antes que las cucarachas hagan fiesta, y lo subo sin asco hacia un blog que hoy nace prematuro.
Cuestión de ver.
Vértigo.

Porque, como digo, y redigo, y eventualmente repetiré. hay cosas que still have a big weight. Y no lo dije yo, pero no puedo recordar de dónde lo leí. En ese caso, no sería un plagio, no?

Sólo quiero que las perras que ladran solas por allá incompletas, hagan nuevos amigos, están en celo. Aprovéchense de ellas.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

por cierto. Linkeados de una pa mi blog aun oloroso a placenta.