martes, 10 de junio de 2008
Tarjeta de cumpleaños
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Esta vez le hubiese comprado una torta, suelo hacer lo que otros quieren cuando ya es un poco tarde. Hace un año nos comimos una parrilla en El Carrizo y terminamos bebiéndonos un batido mixto en el Unicentro el Marqués. Como siempre, estuvo atenta a sus llamadas y mensajes del celular, repasó anécdotas, deberes, diligencias de la semana, me contó dos o tres chistes. Yo la escuché. Sentí que hacía falta algo.
Después se nos unió una de nuestras mejores amigas. Fue una celebración tranquila, a la calladita, con uno que otro registro de mi cámara digital. Ella se rió. Darnos la mano era importante. Compartir, aunque fuera en silencio, también. Cuando ella se reía a mí me gustaba verle los ojos.
Hoy busqué y no encontré un poema que escribí en 1999. Fue el primero que titulé con un nombre común: La casa. Hablaba de una pelota de tenis que rebotaba en una pared blanca. Mis poemas son pobres, a veces no puedo evitar que parezcan canciones, pero a ella le gustaba todo lo que yo hacía. Aquella vez me atreví a leer La casa en voz alta, dos veces, y se puso a llorar. Dos veces. Nunca fui muy bueno correspondiendo gestos, tenía veinte años, eran las cuatro de la tarde y ya estaba borracho. Fue en el pasillo de una cocina, y olía a paella.
Una casa, justamente, fue lo que ella me dio antes de desaparecer. Además de su amor, su ilusión y su esperanza. Experimentar nuevos dolores, con la memoria puesta en sus palabras, es una señal del vacío que imaginaba, pero que no lograba detallar. Si hoy le escribiera un poema, un correo, una tarjeta de cumpleaños, le hablaría de la tierra. Es una idea que me gusta asociar a lo que somos cuando nos queremos.
Reconozco mi aversión al entusiasmo y el miedo que le tengo al desencanto; por eso, si no hay desenfreno y malas intenciones, celebro poco. Prefiero pensar, leer o distraerme a solas. Tampoco suelo darle importancia a las fechas. Ella lo sabía.
Esta vez le hubiese comprado una torta y eso no habría hecho mejor las cosas. Ambos lo intentamos, cada uno a su manera, y creo estar seguro de que estuvimos cerca de lograrlo. Me dicen que hay que mirar hacia delante y yo pienso que es el único maldito lugar al que he estado mirando toda mi vida. Con muy pocas excepciones. Hoy, después del poema que no encontré, busqué otro papel. Un cheque. Ahí está, sobre la mesa del comedor. Eso es mirar hacia delante.
Mi madre nació el 10 de junio hace 57 años. Hoy cumple ocho días de muerte y no sé si es mejor lo que sucede, si existe un tiempo hermoso después de la vida, o si el cielo y el polvo se unen en el descanso de las almas. Sé que algunos me llaman y que no va a ser un gran día. Sé que tengo ganas de dormir y que la lavadora sigue dañada. También sé que el orgullo y la pasión fueron nuestros mejores derroteros y que su alegría, o el recuerdo que de ella me queda, me hacen poner cara de tonto enamorado.
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5 comentarios:
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Mi vida, te amo.
Mi mamá y tu mami celebran juntas, quién sabe dónde, los años que ya no les hacen falta esconder con tintes. Esperan que sigamos adelante, recordándolas más radiantes que nunca.
Te amo
Que sus bendiciones nos bañen de besos y nos guíen para llegar a ser tan buenos padres como ellas. Sé que, de alguna manera, lograremos hacerle parecer menos dura la vida, a esta esperanza de noviembre.
Te amo
Vero.
Leo, te mando un abrazo solidario, lo lamento mucho. Los que se van nos dejan un manojo de preguntas, e intentar responderlas es nuestra retribución. El sol sigue saliendo, gracias a ellos.
gustavo valle
Gracias a los tres y al resto que ha pasado y no ha sabido qué ni cómo escribir. Abrazos.
Mi Rubi, acabo de leer su texto y aunque no soy dada a comentar nada en el blog de nadie quiero compartir con usted el recuerdo de la siempre contagiosa risa de su mami que me vino a la mente mientras leía, de los paseos por la playa, de mi boda compartida por los tres y etc, etc de los muchos momentos. Sepa que ella le amaba infinitamente, ah! y es verdad le gustaba todo lo que usted hace... ¿Sabe que lo amo?
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