martes, 27 de mayo de 2008
Sobre blogs y otros menesteres
1.
Soy mal lector y pésimo “navegante” en Internet, cuando menos poco curioso. Me aburren la exactitud y la profundidad, he notado que a menudo prefiero ser un tonto ignorante hasta que se demuestre lo contrario. Por ejemplo, no disfruto más una canción por saber en qué año fue compuesta, a quién se debe la inspiración o cuál fue la primera disquera en patearle el culo a la banda.
Visito siempre los mismos lugares: tres o cuatro blogs, un kiosco que está a dos cuadras de la casa donde vivo, plátanoverde, Soho, Letras Libres, una tasca en Chacao, r-ev.net, otra tasca en la avenida Urdaneta, liderendeportes.com, mi vieja oficina, espn, el apartamento de un amigo, BBC Mundo, aquel restaurante de comida Tai, Google. Cada vez que puedo tecleo mi nombre en un buscador, no tengo razones para eso. También escribo Onetti, Soriano, Rilke, o entrecomillo “Miyó Vestrini”, “Foster Wallace”, “Roberto Bolaño”: siempre se abren las mismas ventanas y pocas veces leo lo que imprimo en papel reciclado. Lo demás es azaroso, obligatorio o circunstancial.
Como ven, mi interés por las teorías y las ciencias duras es prácticamente inexistente, sobre todo si tomamos en cuenta que el 15% del día estoy comiendo, el 30% estoy durmiendo y el 40% estoy pegado a una computadora. No paso de ser un occidental medianamente informado, aunque mis amigos del colegio ya no entiendan mis chistes y yo no entienda los de ellos. Digamos que me repito y pierdo el tiempo.
2.
Lo que más disfruto es leer las opiniones de otros disfrazadas de análisis certeros o ensayos antológicos, porque siento, inevitable y sistemáticamente, que ellos también pierden el tiempo y eso, de alguna manera, me relaja. La geopolítica y la filosofía se mezclan con serias intenciones críticas y a partir de ahí reciben comentarios a favor y en contra. Inmediatamente, recuerdo el nombre de este blog. Se llama así porque lo inmenso en la canción que lo inspiró (Mi Jaragual) se reduce a un país de cuatro personas, un perro, un caballo, una gallina y un gallo. Ese es el tesoro y cualquier otro añadido o pretensión es poco menos que una necedad.
La familia es una institución burguesa, me decía un amigo medio anarquista, quien también me acotó que Maelo fue puertorriqueño y que esa isla es, actualmente, el último eslabón en la cadena colonial de los Estados Unidos. Lo que le faltó fue decirme que yo nunca he visto, ni de lejos, la posibilidad de tener una finca. Y es así, pero entre mis lecturas erradas, mi escasa curiosidad y mi profunda ignorancia, hay algo que quiero creer: lo que está fuera de mi círculo inmediato, eso que uno llama afectos o seres queridos, no tiene realmente tanta importancia como para ocuparme. Un hombre es un hombre cuando huye de la realidad sin pensar en el otro, yo intenté escapar hace unos meses desde un bonito comentario y el tiempo, o lo que sobre él sucede, me devolvió una cachetada tremenda. Ahora recibo otro baldazo de realidad que me pone a pensar sobre la necesidad (in)cierta de vivir informado en la ciudad, de tener la razón sobre algo, de trabajar, cobrar y desvelarme.
No ando en plan de debates. Cada cual que arregle el mundo a su modo. Yo me cierro a mis hábitos y me distraigo mientras pienso cómo hago para comprarme unos binoculares que me hagan ver más de cerca la posibilidad de aquella fulana finca de la canción.
Salud.
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