lunes, 14 de abril de 2008

Domingo de concierto

Las señas estaban claras, al menos para mí: “Calle 13 llega al aeropuerto a la una de la tarde, así que espera en el Meliá como a las dos”. El famoso grupo de música puertorriqueño venía invitado por la Alcaldía Mayor de Caracas para presentarse en un concierto de domingo, junto a tres o cuatro bandas nacionales. Yo debía entrevistarlos y mostrarles junto a Jorge un video de una chica que camina desnuda por la ciudad con una de sus canciones de fondo. Se suponía que eso rompería el hielo.

Navegué desde temprano en Internet. Videos, entrevistas, programas mexicanos, periodistas argentinos, respuestas típicas. Lo de siempre. Hice una lista de ocho preguntas y salí a buscar un hervido de res que maquillara mi rostro. Vi a Jesús, cansado, con cara de asistir a un partido por televisión entre Empoli y Catania. Y a Jaxi, como siempre, tan chiquita, tan activa, tan sonriente, tan apremiada. A Jorge lo atendí por teléfono y le repetí mis señas claras. El fotógrafo, Franceso, estaba avisado desde el día anterior.

La primera parada, luego de la sopa redentora, fue la fachada del Meliá Caracas. O más bien ese limbo polvoriento con aires de castillo que se levanta entre el Centro Comercial el Recreo y el hotel cinco estrellas: un paredón sin color hediondo a orine. Allí conseguimos a Amanda, algo así como el último eslabón en la cadena de Emporio Group, la empresa que traía a los artistas. Allí también, Jesús optó por lo sano: abandonar esta historia para ir a su casa y mirar un partido de fútbol italiano desde la comodidad de sus pantuflas. Debí entender eso como una seña, pero en cambio pensé que cambiar a mi amigo por Amanda, una morena de lindos modales, no estaría mal.

Adentro coincidimos, más tarde, con Jorge y Francesco. Ocupamos dos sillones. Cuando la comitiva de 20 personas de Calle 13 atravesó el umbral del lobby sonaba de fondo una canción de Ricardo Arjona. Jorge hizo un comentario. Desde ese momento hasta que nos marchamos con la promesa de ser atendidos cómodamente en “el camerino privado de los artistas”, justo antes del concierto, transcurrieron al menos dos horas. Eso sí, de cómoda espera pero con una salvedad: cada bloody mary de Jorge costó Bs.F 22 y cada Pampero Aniversario de los míos, Bs. F 35. Pregunta lógica, ¿un cocktail que se sirve con vodka importada, jugo de tomate y especias no debería ser más costoso que un vaso corto de ron nacional en las rocas?

Eran las cuatro y debíamos esperar hasta las siete. En esas condiciones, decidimos seguir juntos, y apostamos a la memoria perdida: un paseo anecdótico por el bulevar de Sabana Grande hasta clavarnos en unas sillas de plástico frente a unas cervezas light y la gente que paseaba. Jorge compró un llavero de Hello Kitty que se enciende y yo tres caramelos. Jaxi comenzó a mostrar, con cierto orgullo, sus cuatro adjetivos del principio, más un quinto: edulcorada. Despachamos a varios mendigos, bebimos unas cinco cervezas y comimos sin vergüenza una parrilla mixta que incluía carne, chorizo y dos trocitos de pollo. La lechuga era blancuzca y las papas fritas estaban aguadas. La pasamos bien. Pensamos –yo lo dije y quiero creer que todos lo pensamos– que había sido, o estaba siendo, un domingo auténticamente caraqueño.

Llegamos al back stage del concierto y pudimos notar, como nunca, la fuerza de un eufemismo: “el camerino privado de los artistas” era una lona blanca con graffitis que se levantaba a modo de carpa playera y estaba vacía. Cada cual mostró su arte en el oficio: Jorge buscó una silla y se sentó parsimonioso, fue saludado por toda la concurrencia mayor de 40 años. Jaxi palmeó, hizo gestos con los dedos, chocó sus codos con otros codos desconocidos, jaló franelas, corrió de lado, enseñó su lengua y pidió permiso para buscar a su hermanito “que estaba varado donde los perreros de la esquina. Yeah”. Francesco, el fotógrafo, hizo un recorrido en silencio y se conformó con esperar y recibir una bandita roja que le otorgaba el privilegio de subir a la tarima cuando fuera necesario. Yo busqué, con desespero, un baño. Y lo conseguí.

Después de una hora y quince minutos, Franceso, Jorge y yo preferimos abandonar la espera en el back stage oficialista, estático y farandulero, para buscar nuestra cuarta mesa con tragos del domingo. Jaxi se quedó con su hermanito. Le avisé a Amanda (el último eslabón en la cadena de Emporio Group, la morena de lindos modales) que me llamara cuando Calle 13 saliera del Meliá rumbo a su camerino. Mi excusa: debíamos irnos porque “mi equipo de trabajo necesitaba refrescarse”. Recogimos a mi chica y caminamos de regreso al bulevar de Sabana Grande. Francesco pronunció por primera vez una frase contundente, o más bien dos: “no más vallenatos. Vamos a La Caleta”. La Caleta es una tasca española que se especializa en Paellas. Mi chica, Verónica, pidió una limonada y un cocktail de camarones en salsa rosada. Jorge, otra vez exhibiendo experiencia, mundo, savoir faire, dijo que esa era la entrada típica de las secretarias. Y después solicitó la primera de tres vodkas en las rocas. Nos reímos. Francesco bebió Soleras y yo me fui con mi trago para mujeres preferido: Splash. Una dulzura con cara de piscina que mezcla Amaretto con jugo de naranja. Al tercer trago sonó la llamada: ya vienen en camino los Calle 13.

A esas alturas de la noche, sinceramente, poco nos importaba hacer la entrevista, pero algo nos decía que había que seguir. Efectivamente llegaron, pero no hubo comodidad. Nada exclusivo. Entramos Jaxi, Jorge, Franceso y yo; a empujones y apurados. Conocimos al líder del grupo, o al que canta y da el rostro en las entrevistas: Residente. Un tipo amigable, sencillo. Rompimos el hielo con el video. No podía creer lo que veía. “Hay que hacer esto en Puerto Rico”, dijo. Pregunta uno: ¿Te gusta el reggaetón? No me gusta el reggaetón. Si hubiera músicos buenos haciendo reggaetón, a lo mejor me gustaría, pero no hay ninguno. Me gusta el trabajo de Tego Calderón, pero considero que él hace otro tipo de música. Preguntas dos, tres, cuatro y cinco, entre gritos, micrófonos, audífonos y empujones. Tuvimos que abandonar la carpa-camerino y mientras salíamos, pidió una especie de ayuda de toda Latinoamérica para Puerto Rico, que no entendí muy bien. En total, siete minutos, mucho menos información de la que hubiese podido lograr navegando en Internet.

Franceso mostró su bandita roja y subió a la tarima. Se encendieron las luces. El público –sobre todo las mujeres– gritó, como en todos los conciertos. Jaxi se fue con su hermanito “a tripear” y se perdió entre las miles de cabezas que se juntaban para ver el cierre del espectáculo. Residente salió sin camisa y dijo algo sobre la energía del público. Como era previsible, en su primera frase nombró a Venezuela. Jorge se subió a lo alto de un andamio, demostró estar en buena forma física, a pesar de su experiencia. Comenzó a llover. Yo pensé en buscar un quinto bar que me cobijara, esta vez sólo acompañado de Verónica, mi mujer, pero ya era suficiente. Recordé a Jesús, lo imaginé viendo el show por televisión, arropado hasta la cintura y con una copa de vino en su mesa de noche; como debe ser. Tomé un taxi y miré el reflejo de las luces traspasar las gotas de agua que caían sobre el parabrisas trasero.





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9 comentarios:

YTA dijo...

Suena surrealista, pero de alguna manera me trae a la memoria la Caracas que extraño.

A la vez entiendo cómo has navegado con tan buen tino en esa Caracas esquizofrénica (palabras de Jorge). La puta más querida te ha regalado sus mejores noches. Si una dama en decadencia reserva su último instante de lucidez para susurrarle al oído, hay que hacerle honor. :)

La verdad no tuve mucha suerte, excepto al final, cuando ya no me interesaba. Pero de vez en cuando me acuerdo de una buena conversa, un beso robado en un teleférico, una buena comida... y sonrío.

Un abrazo desde acá.

Jorge Sayegh dijo...

Cuánta capacidad de síntesis para tan laberíntico medio domingo. Sólo olvidaste, injustamente, a Gisselle, la de familia guayanesa, cutis terso y manos delicadas, seductora involuntaria en el negocio hotelero del lujo subdesarrollado. Un brindis por ella..

¿Qué es esto? dijo...

Querida Yta, beso aéreo, conversa y comida suenan chéveres para un adiós parsimonioso, más propio de una Paris conservadora que de una Caracas decadente. Pero si eso te dio, eso fue. Abrazos desde la distancia.

Jorge, tienes razón, tuve que "mutilar" el texto. Pero sospecho que la bella Giselle, paisana, está muy consciente del manejo de su seducción. Igual estoy brindando desde el principio del comentario.

YTA dijo...

Querido, los infiernos no dicen "au revoir", simplemente te escapas de sus entrañas, con la mierda aún llenando tus pulmones... Eso fue lo que me pasó. Pero las historias de hiel detrás del escenario se destilan con el tiempo, en papel o en lágrimas. No durante una foto de borrachos felices y glamorosos.

Lo que tu llamas "adiós" fue para mí el epílogo. Escojo los retazos de momentos felices y prefiero dejar los otros pedazos del cadaver en el congelador. Y sí, fue un buen epílogo.

¿Qué es esto? dijo...

Yta, de alguna forma, y no sé cuál, ni por qué, me siento como un tonto después de leer tu respuesta. Infiernos, entrañas, mierda, lágrimas y cadáver en apenas dos párrafos –es definitivo– dibujan otra historia. Una que quizá no necesito saber. El abrazo sigue.

YTA dijo...

Cosas de la Big C. Etapa superada. De cualquier modo son sobre esas cosillas (típica de unos ovarios cargados) sobre las cuales escribo en ytaelena.com.

Gracias a Dios no entras allí. :) sino en la París parsimoniosa. Además de la inspiración lateral para escribir, la cual agradezco, me dejastes una gran sonrisa de postal. Y desde acá te envío, Catire Bello, un gran abrazo.

Por cierto, ¿no quieres conocer San Francisco? Es una ciudad hermosa. Además, no tienes que pagar hotel. :)

¿Qué es esto? dijo...

Recibir el mote del caballo que mantuvo vivas las esperanzas y borracheras de miles de venezolanos, domingo a domingo, es suficiente para mí.

Para ir a tu nueva ciudad debería pedir la visa, según me cuentan. Y le prometí a mi esposa que viajaríamos primero a algunos lugares de Colombia, Brasil, Argentina y España. Voy a cumplirle y después me lanzo con ella a conocer la hermosa San Francisco.

Más abrazos.

Anónimo dijo...

Ah Hola, oye que bien, que fino tu trabajo. El semestre pasado en Periodismo II nos tocaba estudiar entrevistas y este semestre estamos empezando a ver reportajes. Yo disfruté un mundo entrevistar a la gente, compartir con ellos, conocerlos. Me parece muy interesante tener que movilizarme de aquí-allá para lograr un cometido.
Por cierto, tienes el don de la escritura, todo muy poético, muy claro, muy lindo. Te felicito.

¿Qué es esto? dijo...

Gracias, cuando mejores de tu gripe pasa por acá a dejarme un correo. Se me ocurre que podría ponerte a escribir algo... Saludos.