sábado, 1 de diciembre de 2007

Diciembre tiene nombre de mujer

Otra vez a Verónica

Diciembre no comienza, vuelve una tarde de julio entre los dedos. No crece ni es promesa de brazos dormidos.

Los quebrantos de diciembre son excusas de insomnio y chiste: un disco que se pierde en el trayecto del olvido y un dios decadente que aprende a ser libre cuando nace el día. A su lado.

Queda algo de diciembre: regalo, lazos, recuerdos, las ganas de acostarse abrazado a la oportunidad, tener algo en un puño –a ti encontrada, desnuda, la orilla que regresa serena– y una pregunta que empieza en tu espalda como lluvia que se cuelga eterna.

La cura de los calendarios está en nosotros, sin fechas ni otra generosidad que el gesto a destiempo, poco enterado, de que empezamos a cada rato, como el latir de la tierra que se pone para el silencio, el grito y la cama destendida. La mirada que abre y sonríe. Eso es el tiempo que pasa desde el reloj de nuestras ganas.

No sabrás de la carrera de los meses, diciembre. Ese tráfico infernal que te trae a mí es la certeza: estamos fuera de orden, con ojos en los corazones y una moneda al aire que juega a nuestro favor. El polvo no nos cubre, seremos reyes y psicópatas modernos, una nota al aire que canta entre aplausos.

No es suficiente la fortuna sin la dicha. El lugar de diciembre está a mitad de año, en el brindis que sueña con la boca abierta, sobre escaleras, ritmos y sonrisas fáciles; rodando en busca de cielos nublados para acostarse a inventar un nuevo modelo de noche sin fin.

No quiero que se termine diciembre: eres el adelanto de una razón que conozco, el mes que se comparte, tu lado mejor de un año que no existe, la mañana que se respira y sucede.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bonito, bonito, bonito...
Te mando kgs de abrazos y buena vibra leíto...

¿Qué es esto? dijo...

Gracias Teo, es bueno para mi ego saber que me leen. Más los amigos. Otros de esos kilos para ti.