jueves, 9 de agosto de 2007

Salsa de anguila

A Verónica.

Para comenzar, decir que te amo en tan poco tiempo es ser repetitivo y poco original. Decirte que adoro el dorso de cinco mil quinientos años y seis reencarnaciones que tienen tus manos es más específico. Mi amor por ti, a veces, es específico.

Tus pies, así en horizontal y un poco desde arriba, resultan encantadores; no importa que sean planos, el tobillo se desvíe, las venas bajen finas hasta el empeine o los dedos salten entre ellos. Tampoco importa que todos los pies sean iguales, que todos sean feos. A mí me gustan los tuyos.

También me encantan el gesto de tu cabello que se enrolla sobre la frente o detrás de la oreja cuando te doy un beso, esas clavículas de filo y la cicatriz que se asoma en la parte baja de tu cintura. Todos son detalles de una imprecisión que asusta. Y a mí desde pequeño me gusta sentir miedo.

Tus ojos no son normales cuando los ves dormidos y tus dientes son los que hacen de una sonrisa que se esconde, tímida, detrás de tantas vidas y años de historia, un espejo que se devuelve. Esto, querida, quiere decir que no puedo evitar reírme cuando tú ríes. Y todo gracias a tus dientes. Eso es el amor específico.

Yo no sé escribir, soy un hombre que aprendió a hacer trampas y por ti las haría todas. Así somos los cobardes. Dormir solo en una cama con trastornos de personalidad -ella, hamaca de sueños a tu lado, ella, diván de viajes y sofá de conversa nocturna- no es tan agradable. Me haces falta y he decidido mientras te espero, pensarte poco a poco. Seré esquemático y haré un ejercicio sobre la anatomía del tiempo: por cada día un detalle.

Verás que me quedo corto.

Hoy he comenzado a matar algo. Cuando regreses te invitaré a comer pescado crudo con salsa de anguila y nos mudaremos a la tierra grande del Océano Ártico, solo si quieres. Me detendré un rato a ver la movilidad de tus omoplatos, el detalle del hematoma en tu pierna y la parte de atrás del cuello (nunca recuerdo su nombre). Revisaré palmo a palmo mi amor específico y te diré lo que siento por ti, más cualquier otra tontería, algo poco original: ¿cómo te fue en el viaje? ¿Qué tal está la familia? ¿Fuiste al down town? ¿Me extrañaste? Bienvenida. Esta es tu casa, querida. Yo soy tu casa. Yo soy tu casa.

Ha de ser que prefiero las exactitudes, aunque me gusta ver cómo despiertas (eso, creo, es más una impresión). O que olerte, descubrir qué piensas y olvidarme de mis responsabilidades se me hace fácil. Voy a apuntar al detalle del color de tu piel y a la textura de ella. Te daré un beso de lengua atenta a las papilas. Entraré en pormenores y te desearé el mejor de los provechos. Porque esto, querida, que es el amor específico que también es tu casa que soy yo, es la mejor de mis trampas. Una invitación a una cena de lujo.

Es la memoria que mira hacia adelante.

+ + +

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por cosas como estas es que te digo que te odio...porque te envidio...

Anónimo dijo...

el día que me dediquen algo así, juro por mi vida que lo dejo todo y no vuelvo a mirar a nadie más que al autor...

Anónimo dijo...

Se aceptan mentiras

Anónimo dijo...

Compadre senda pieza...bendiciòn por eso.
Leìto gracias por tu espacio.
Te mando muchos kgs de abrazos y buena vibra
Cuídate

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Otro cobarde