lunes, 19 de febrero de 2007

Tarde de samba

Ser seguidor de una escuela de samba es posiblemente lo más parecido que hay a ser hincha de un equipo de fútbol. En Sao Paulo, la escuela Vai - Vai, la más grande, ensaya, como casi todas las otras, rodeada de toldos de cerveza. Si algún fanático desea mirar el entrenamiento debe pagar 5 reais (unos 5 mil bolívares) para entrar a esta Bella Vista cerrada con vigilancia comunal y personas regadas con banderas y franelas del Corinthias. Se trata de un pequeño barrio ubicado en el centro que contrasta enormes edificios con casas de casi todas las décadas, un derrotero de recuerdos de barcos encayados en siglos remotos, como dibuja la canción que cantaron en el carnaval de 2006. Después de atravesar el tenebroso mar, Bella Vista, un paraíso de belleza singular, la primera ciudad de nuestro Brasil.

Por supuesto, los fanáticos también ondean banderas de su escuela favorita y leen la letra de la canción en un volante fotocopiado, mientras el telonero, un grupo de pagode que calienta para entonar a las personas durante la espera, da la entrada a la batería: el grupo completo con sus instrumentos de percusión. Ahí algunos seguidores cierran los ojos y otros los abren y se apretujan para mirar todo lo que puedan de esa práctica, y se beben todas las cervezas y ahí también es donde se prende la rúa, con cuatro, cinco, seis cuadras de dientes y caderas en movimiento al son de una batucada estruendosa que sacude desde el cuello hasta el estómago. Con el grupo arriba, corrigiendo el ensayo donde dice -muy Brasil, muy negrito simpaticón: meu povo, minha gente, minha raca, minha escola.

No hay comentarios: