viernes, 17 de octubre de 2008

De Las edades del sexo: historia pseudo porno de un muchacho de pueblo

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15 Vs 28 (apropiar es invadir o viceversa)

Se hacía el dormido, o trataba de dormirse, pero es que las nalgas de su prima, una prima que venía no sabía a cuenta de qué, que era más bien algo así como prima de su papá o una amiga de la infancia de su papá, pero que en todo caso era lejana, estaba de vacaciones en casa porque ella era de Upata y él de Guri, pero ahora vivía en Ciudad Bolívar, donde hace más calor y las cosas son más cercanas, más pobres, más feas. Y era época de vacaciones o ella se acababa de divorciar de su marido que la maltrataba, le pegaba en público y le daba nalgadas delante de sus amigos y una vez hasta se atrevió a arrancarle la blusa delante de todos los que bebían en su casa y después se puso a reír y le gritó que se fuera al cuarto inmediatamente y se pusiera otra maldita blusa y que si no le gustaba que se largara y eso fue lo que hizo y por eso estaba ahora durmiendo a su lado, con las dos nalgotas lisas y tibias casi envolviéndolo, quitándole el sueño que, generalmente, no le faltaba.

Lo primero que hizo fue abrazarla. Y tocar, poco a poco, porque no veía nada, pero sí escuchaba: escuchaba su respiración y sentía cómo su pecho se levantaba cada vez más, un poco más alto, con más fuerza y con mayor rapidez, y eso era sinónimo de algo que podía percibir como unas ganas. Luego la besó, o la olió primero y después la besó, por la cabeza: ella estaba de espaldas a él y se volteó y lo colocó sobre sí y comenzó a hablarle tan bajito que él no entendía la mitad de sus palabras, pero extrañamente se encontraba allí, sobre esas tetas desnudas, unos senos más bien pequeños, pero consistentes y llenos de pecas, aunque él, con la luz apagada, no podía verlas bien.

Ninguno descubría la edad del otro, pero era evidente que había una gran diferencia, quizá fue esa la razón de que su abuela decidiera que Carlita, la prima, dormiría con él y no con el tío: no mijo, qué va, yo sé cómo terminan esos cuentos, y mi casa no es hotel de naiden, no, no, no me jodan, coño, no señor. Y ahora él encima absorbiéndole los pezones marrón claro, elevados, porosos, cilíndricos y gordos, y esa aureola enorme y un poco más oscura que era casi todo el seno y los presentaba como el pináculo de una noche calurosa –el ventilador estaba dañado– pero estremecedora. Literalmente estremecedora. Y tocando sus muslos, sus nalgas, su espalda, sus pies, su abdomen flácido, como de gelatina blanca, su cuello, sus orejas, la rayita del culo, la pepita del culo o esa vaina que está allí y que él siempre había llamado el nies, o el niéjel, porque ni es el culo ni es la cuca; esa zona donde están los músculos del suelo de la pelvis, donde el esfínter es capaz de apretar si se le activa violentamente. Y lo hacía como si nada, como si estuviera acostumbrado, o era eso lo que quería creer, porque para ella era evidente su inexperiencia en todo, aunque sentía algo que la encantaba.

Carlita se sacudió con ímpetu, estaba ardiendo, arrancó la franela con la que dormía, también sus pantaletas y abrió sus piernas en tijera para que el primito chupara lo que quisiera. Era como un pequinés faldero y correlón al que no terminan de salirle los dientes. Y él no sólo chupó lo que quiso, sino que evaluó la situación con su mirada y esperó el tiempo justo para metérselo adentro, bien adentro, y comenzar a bailar un calipso afortunado que recordó de una fiesta de la noche anterior, lo que pareció enloquecer a su prima, que comenzó a gritar y a revolverse sobre las sábanas, apretando sus manos –él podía jurar que le vio brotadas las venas– sin importar que su abuela durmiera en el cuarto contiguo y que su tío, seguramente, estuviera espiando desde la ventana.

La cuca de Carlita era la vaina más recargada que hubiese podido imaginar. Tenía pelos por todos lados, un pelambre negro oscuro, denso, abundante, incluso desde el nies, o el niéjel, casi hasta el abdomen, y un olor como a ácido de batería que salpicaba a veces sobre su rostro. Estaban en lo que ella le llamó vuelta canela (un nombre tan ridículo como innecesario) que no era otra cosa que sexo oral mutuo, simultáneo. Él se cansaba, ya le había metido la almohada en la boca al menos tres veces. Ahora se hacía paso entre esa especie de crin enorme con sus dientes, abría los labios de la vulva con los dedos medio e índice, e introducía su lengua e imaginaba que era otra vez un calipso de furia el que sonaba y se ponía a moverla tratando de imitar la mecha de un taladro, y ella no aguantaba, quería gritar pero se frenaba, sentía que el ácido de batería era el de la boca de su primito, que la estaba quemando por dentro y que su cuerpo debía andar por los 44 o 45 grados centígrados y por eso estaba a punto del delirio, y los muslos le temblaban, y veía o sentía cómo ahora él le daba nalgadas, pero no como las de su ex marido, que le pegaba en público, sino unas nalgadas que le sacudían hasta las pantorrillas y eso también le gustaba. Tomaba su pene con unas manos débiles y jugaba a las formas, una horqueta, un caño, lo sacudía hasta quince o veinte veces mientras veía luces o estrellas o neuronas incendiadas, y lo sobaba y decía, primito, primito, qué rico, ay, ay…


Ilustración cortesía de la divertida y siempre sexy Nathaly Bonilla aka Lemurasesino
Una dibujante de los andes: todo corazón.

4 comentarios:

Ambrosius de Königsberg dijo...

Me gusta mucho el relato. Lo cierto es que las primas, lejanas o cercanas, siempre dan mucho morbo.

Espero que el libro siga adelante.

María Rodríguez dijo...

Entre primos más me arrimo... Libro? Pronto? La novela de la que habla el veterano Caellas en su blog?
Me gusto mucho este relato Leito, besos.

Anónimo dijo...

Ayer escuché un cuento.
Un amigo de un amigo me lo contó.
Tenía meses sin tirar.
Meses.
Y un día llega a la office. todo feliz.
movilizándose sin mover las piernas, suspendido a tres centímetros del suelo (me gustan los impares)
Livianito que llaman.
El amigo del amigo le dice: "bañaste al loco?"
el amigo del amigo del amigo se ríe y le dice : "si, pero no es "le diste de comer al loco?""
El amigo del amigo le responde: "ajá, pero es que los locos comen porque tiene que comer, pero, trata de bañarlo, eso sí es jodío"

No sé. me dió risa, no todo cuento goza de un verbo ennoblecido.

Se agradece la constancia. Sobre todo en el sexo, y a ellas. siempre ellas.

Patria, socialismo y sexo por los oídos.

Leoncio.

¿Qué es esto? dijo...

Amigo alemán, a mí me gusta que esto le guste a otros. Siempre es mejor hacerlo con alguien. Gracias por pasar. Disfruté mucho tu blog.

Maito: libro puede ser. Novela no sé. Pronto, bueno, ya sabes, nunca es tan pronto. Besos y mordiscos asexuados para ti y para la encantadora Olivia.

Leoncio, a ti se te agradece la constancia, pero eso de sexo por los oídos es muy incómodo. Lo acabo de probar y no me termina de convencer. Salud.