lunes, 10 de marzo de 2008

La última carta de Camacho

Campos, no importa lo que digan o lo que parezca, un hombre no es un hombre por sus conocimientos o su verdad; tampoco es el boceto del tiempo que le pertenece. La brevedad, el suicidio y la certeza son cosas que también pueden experimentar las mariposas, las luciérnagas y los gatos. Un hombre es un cuadro y un cuadro puede ser un hombre pintado, una mujer desnuda. Los muslos de una mujer desnuda. Ese es el mejor hombre que conozco. O que conocí. Ya sabes a lo que me refiero.

A veces pienso que hay pocas pinturas más impresionantes que la del cuarto donde duerme el hombre, cuando lo pinta. Es esa imagen la que, como una fotografía, lo atrapa. Lo ata. Lo sujeta sin darse cuenta. Con cada gota de pintura que se derrama en el piso, sobre el periódico roto en las esquinas que anuncia noticias viejas: “Paro patronal a partir de mañana”; “Brasil celebra nuevo campeonato”; “Mujer maravilla salta de un décimo piso”; “70 muertos dejó el carnaval”; el hombre imagina que es feliz, que puede ser feliz, que tiene algo, además de sus buenas intenciones.

No hablo del dolor, ni de las enciclopedias o sus horrores inmensos, esas son cosas importantes y probables. Tampoco de la soledad. Sé que no estoy solo y que he tenido peores días. Sé que me has escrito hace minutos y que, por lo visto, la gente sigue sacando revistas inútiles. Me dices que te has emocionado porque te van a hacer una entrevista, un reportaje central, una semblanza, un perfil, que tu taller será fotografiado y tu trabajo cobrará un mayor alcance. Te voy a decir lo que hago con esas revistas: las tomo, las leo, las arrugo y las pongo sobre la alfombra del copiloto, a los pies de mis accidentados. A veces también le hablo de libros a los hombres y de radiadores a las mujeres. Les señalo el sucio debajo de sus zapatos. Esas revistas son inofensivas y están sobrestimadas, sufren de una enorme falta de sinceridad.

Yo hablo de no disimular y de todo eso que pensamos. Una cosa son las cosas que pensamos y otra cosa son las cosas que sabemos; saber no importa, saben los débiles y a ellos nadie los quiere. Ellos hacen revistas o se convierten en críticos de la Internet. Ellos pueden ser gatos o mariposas. O no ser nada. Yo soy gruero, hermano. Un cargador de miserables y desafortunados. Podemos ser inmortales según las dimensiones de lo que hacemos, pero te pregunto: ¿qué pasa cuándo lo que hacemos es aprender a morir? ¿Cuáles serían entonces nuestras dimensiones? ¿Tú puedes seguir pintando como si nada? Si es así, vamos a vernos pronto para jugar a las cartas, para conversar, solos tú y yo. Para que me expliques cómo es la vaina y me muestres lo último que has hecho.

Un hombre es un hombre cuando huye de la realidad sin pensar en el otro. A eso es a lo que me refiero.

Estoy terminando de escribir mi primer libro de relatos. Lo voy a terminar para mostrártelo cuando nos veamos. Un abrazo. Cambié mi celular, llámame: 0414.3201441.

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