domingo, 15 de julio de 2007

Los fantasmas de la calle Villaflor


Crónica publicada en la cuarta edición de la revista Contrabando, de las mejores que se editan ahora en Venezuela. No siempre tienen deslices como el que leerán a continuación. Cojan aire: otra vez escribí más de lo que debía.


Lunes 10 de Febrero de 2003: madrugada de fuego y destrucción. Hay un incendio entre el bulevar de Sabana Grande y la avenida Casanova, en Caracas; se queman los fantasmas en la Calle Villaflor. Huele a cuero, pero huele feo. El bar cervecería donde bebían, entre otros, muchos de los que hoy acompañan a Chávez en el gobierno, está prendido en llamas. Se llama O’ Gran Sol y nadie se quedó para bailarlo. En el país reina un hecho que tiene dos nombres según las intenciones y la fe: paro o sabotaje. El apellido es el mismo en ambos casos.

La llamada de emergencia se registra poco después de las 3 am, más de 50 efectivos de los Bomberos Metropolitanos participan en las labores de extinción de las llamas, pero el incendio es de grandes proporciones, destruye el restaurante de comida árabe Almalak y provoca importantes pérdidas en los dos niveles del O’ Gran Sol. Las llamas se inician junto al shawarma y suben al segundo piso de la tasca. Las pérdidas del restaurante árabe son totales; las del O’ Gran Sol, parciales.

El Departamento de Investigación de Siniestros de los Bomberos inicia las averiguaciones para determinar las causas que originaron el fuego: y aquí es donde comienzan las versiones. El O' Gran Sol no tiene testigos de su nacimiento, tiene visitantes. Que conversan, primero, que beben, después y, finalmente, que suben a bailar con el paso de los años. Y tiene fecha de muerte pero no tiene responsables. Que quede claro, según los bomberos, el incendio no empezó por el fragor del baile.


Primer set: La Delia
( La Banda Sigilosa: Guarachimbe )

Víctor Rivas es actualmente Director General de la Fundación Ávila TV, miembro de la junta directiva del Poliedro de Caracas, productor de eventos culturales, y estuvo, como ningún otro, vinculado al O' Gran Sol durante casi diez años. Su versión comienza en una pizzería que ya no existe: La Delia. Quedaba en Bello Monte y pertenecía a un hombre de teatro, Franklin Tovar. Y a una dominicana.

Una dominicana, vaya paradoja. Esta historia de noche, salsa, fuego y pensamiento de izquierda empieza realmente en La Delia con la muerte de otro dominicano más viejo: el merengue. La mudanza de un primo que no le hablaba: el disco music. Y el nacimiento de una oferta nocturna que buscaba una nueva identidad: Le Caché, La Habana Vieja, el Hotel Odeón, La Caneca, el Hunan Garden, La Bodeguita del Medio, el restaurante Denaona, El Café Rajatabla, Acuarela do Brasil, El Maní es Así, el Club Dominicano y el Rincón Caribeño le daban forma a esa imagen de encuentros, y a veces de ritmos, que completaba La Delia con muchas personas bebiendo dentro y fuera de su fachada.

La Delia era pequeña, muy pequeña: una pizzería que quedaba en la Calle de los Hoteles, en Bello Monte. Los empleados eran actores y atendían a la gente disfrazados, era un punto de encuentro de esta generación que podríamos definir como ucevista, izquierdosa y salsera.

Visitantes que conversan, después beben y, años más tarde, bailan en un segundo piso: tras el cierre de La Delia, el O Gran Sol existe primero como cervecería y luego extiende su oferta a la salsa en un segundo nivel.

Entre sumas y migraciones, por ahí pasaron Pedro Chacín, editor ya fallecido; Jorge Rodríguez, Vicepresidente de la República; Juan Barreto, Alcalde Mayor; Ramón Gordils, director del despacho de la Cancillería; Manuel Guzmán, Embajador de Venezuela en Malasia; Miguel Márquez, director de la editorial El perro y la rana; Freddy Fernández, director de la Agencia Bolivariana de Noticias, y Andrés Mejía, gerente en Monte Ávila. Compusieron el país en una servilleta, se “echaron sus palitos” y bailaron una guaracha o un son montuno.

A ellos se podría sumar la presencia, muy entre otros, de personajes del periodismo, la docencia, las artes y las letras en Venezuela como Eleazar León, Kiko Bautista, Hector Bujanda, José Roberto Duque, Juan Carlos Méndez Guédez, Boris Muñoz, Luis Alvis, William Castillo, William Osuna, “el negro” Onofre Frías, Argenis Daza y Antonioni. Grupos de izquierda radicados en la UCV: Bandera Roja y su brazo juvenil, la Unión de Jóvenes Revolucionarios; el Movimiento 80 y Tercer Camino; y proyectos musicales como la Banda Ña, Bailatino, Repicao, el Team Malín, la Orquesta Yambequé y el Latin Son de Cuba. Además, claro, de La Banda Sigilosa.

Ese era el ambiente, pero hay más de diez años mezclados. La clave del conjunto está en las características que describe Victor Rivas: “universitarios (en su mayoría ucevistas), izquierdistas y salseros”. Hector Bujanda, fiel visitante del local, narrador y periodista venezolano, dice cumplir con ellas, pero las repite de otra forma: “bohemios, hippies y devaluados”. Para Ramón Gordils, el O' Gran Sol fue un local forjador de luchadores, escribe: “allí se fraguó buena parte de la rebelión de los años 90, la que sentó las bases para el acceso al poder político de quienes hoy acompañan a Chávez en la conducción del gobierno, y en la promoción del cambio revolucionario”.

Víctor Rivas refuta la idea con una media sonrisa; está claro que siendo el rey de la salsa y los precios bajos, en el O' Gran Sol la izquierda quedara más como una de las piernas para el baile. La mayoría de los asistentes se ocupaba primero de beber y luego de echar un pie. “No es que el local sirviera para hacer política; claro, allí nos juntamos personas con pensamientos muy claros. Después del Caracazo, por ejemplo, nos reuníamos los de Bandera Roja, Ruptura, Tercer Camino, estudiantes de la UCV y la Universidad Simón Bolívar, los que llevaban la batuta de la política estudiantil en ese momento. Pero el O' Gran Sol funcionaba solo como el lugar para ir tomar cervezas y conversar. Nada más”.
( La Banda Sigilosa: María)


Segundo set: La Inauguración
( La Banda Sigilosa: Sonero )

La Banda Sigilosa, primer grupo musical que se presentó en vivo en el mítico local nocturno, nació en la pizzería La Delia, y quienes iban a verlo en un lugar, fueron después a verlo en el otro. Uno de sus vocalistas y fundadores tiene su nombre de Guerra: “Yo me llamo El Oso, si me dices Carlos Julio no volteo”. Sobre La Delia recuerda que “era un lugar de recogimiento, cultural, político, donde nos reuníamos todos. Ahí la fiesta comenzaba como a las siete u ocho de la noche, y se extendía hasta la una”. En el O’ Gran Sol los horarios serían otros.

La rumba comenzó con un voto de confianza: Víctor Rivas habló con los dueños del O' Gran Sol, tres gallegos que hasta entonces se conformaban con servir pasapalos y abrir en el segundo piso un negocio de vende y paga. "Cuando las carreras terminaban, el negocio arriba se quedaba vacío; después, los dueños empezaron a poner mesas de dominó, pero eso tampoco llenaba el espacio. Entonces uno de los gallegos, Raúl, que tenía una amistad conmigo porque yo le pedía mucho fiado, me preguntó ¿por qué no hacemos algo allá arriba? Él me hace la pregunta porque sabe que yo tenía relación con el medio artístico", cuenta Rivas, que era uno de los mejores clientes.

Rivas fue técnico de cine y realizó algunos cortometrajes, además conocía muchos músicos por su cercanía con la vida nocturna de los años ochenta y noventa; a ese hecho, y al de pagar todas sus deudas en tiempos prudenciales, atribuye la oferta de Raúl Quiroz: "Él quería algo de música llanera, pero yo era salsero y le dije que le podía montar un bar de salsa. Así que compramos un sonido, el negocio era de ellos y yo me encargaba de la rumba, de ahí sacaba mis ganancias". La repartición del botín tuvo todas las fórmulas posibles. Siempre se ganaba. "Eso sí, era una vida muy dura, todas las noches reventado y rajando caña. Estuve desde el 96 hasta el 2003".

Para la inauguración del segundo nivel, que desde entonces cambiaría la esencia de un bar que juntaba sobre todo a estudiantes, amantes de la cerveza y los pasapalos económicos, el músico invitado fue un popular sonero venezolano, ya fallecido: Nano Grand. El cantante no pudo asistir porque estaba en Margarita.

"Parece que nadie me creía. Yo decía, la semana que viene voy a inaugurar un bar y la gente me respondía, coño Víctor, otra vez estás hablando güevonadas, de paso Grand me avisó que no podía", relata Rivas, y continúa: "decidí montar a La Sigilosa, esa noche abrimos con whisky gratis, proyectamos una película, llevamos a Maroma, un grupo de zanqueros y teatro de calle; el lugar se reventó por los contactos que teníamos: artistas, bailarines, músicos, teatreros, cineastas, políticos, profesores de la UCV, como Juan Barreto. Él era profesor y fue siempre un gran asiduo del O' Gran Sol... así arrancamos, un jueves de noviembre de 1996".

El 29 de diciembre de ese año, Juan Barreto, actual Alcalde Metropolitano, publica un trabajo de dos páginas en la revista para la cual trabaja como sub director, detrás de "Kiko" Bautista: Feriado. Se trata de un encartado que domingo a domingo ganaba público entre los lectores del diario El Nacional. En el artículo, que lleva su firma y tres fotografías maltratadas de William Dumont, se lee: "Decenas de chamas y chamos, además de eso que a algunos les ha dado por llamar adultos, queman cientos de calorías en la pista. Al fondo, la Banda Sigilosa descarga sus metales con una clásica del Son 14".

Así continúa la descripción periodística del entonces profesor Barreto: "Se trata de un lugar inteligente para bailadores feroces, pintores, poetas, amas de casa desocupadas, grupos de universitarios, vagos buena gente, ejecutivos rebeldes que quieren saber cómo se siente estar sin corbata y toda clase de loco simpático y divertido que pueda concurrir a disfrutar de la salsa brava, el ambiente caliente del baile y el bochinche de grupos en vivo".

El cuentista venezolano Salvador Fleján era estudiante de letras para le época y, como todo asiduo de bares que se preciara, también fue un fiel visitante del O' gran Sol, sobre el ambiente y el lugar, recuerda: "era el radical chic del que hablaba Tom Wolfe, porque en aquel momento era cool irse a una taguara y si había jazz, mejor, era el orgasmo. Me acuerdo que en el viejo Feriado siempre había vainas ahí, como de los locales más in, y el que no fuera pa esa vaina era mojón de perro... El lugar tenía una estética espantosa, como portuguesa, algo sin gracia, con la barra al fondo y los baños infectos".

Hector Bujanda recuerda el O' Gran Sol como un polo bohemio, donde había un personaje emblemático, un mesonero al que llamaban igual que a uno de los dueños: Pepe. "Ese señor era todo un símbolo, él fue envejeciendo con el lugar, aguantaba hasta el final, se tomaba su brandy encaletado y no paraba de hablar del país. De alguna manera, el bar era él". Según Bujanda, lo mejor del lugar era la música: la reina de la noche en el O' Gran Sol era la Timba cubana.
( Team Malín: Mambo Manco )


Tercer set: La pelea y el bochinche
( Team Malín: Bien Hecho )

Con la timba cubana sonaban sobre todo la Charanga Habanera y los Vam Vam; a su música se unía la presentación de muchas orquestas en vivo, que, en su mayoría, decidían amanecer, armar descargas y a veces hasta trabajar gratis.

En el O' Gran Sol la rumba llegaba siempre tarde, casi a medianoche. "La razón es que había que limpiar lo que dejaban los caballos", cuenta Víctor, "después se empezaba a calentar y algunas bandas se dobleteaban, o sea, tocaban primero en otro lugar y después se montaban con nosotros, a mí me convenía para que después, a las cinco, estuvieran todos los músicos y la cosa se convirtiera en un after hour. Normalmente se cerraba a esa hora, pero a veces, de viernes a sábado terminábamos rumbeando hasta las ocho. Incluso con los músicos en la calle".

El Oso (si lo llamamos Carlos Julio no voltea), asegura que lo mejor del O' Gran Sol era la solidaridad que había con los músicos, "tenía la magia, y Víctor siempre le daba oportunidad a los salseros que comenzaban en esa época; nosotros estuvimos desde el comienzo, hicimos el punto los jueves y a los dos meses ya la gente iba a buscarnos porque la bola se había corrido, teníamos un buen sistema de radio bemba".

El O' Gran Sol era más grande que otros locales, cuando estaba lleno, se podía ver allí a unas 500 personas y, como punto de honor, casi nunca colocaban salsa erótica, a menos que algún melómano llevara un disco y pidiera una canción: frente al picó siempre había alguien complanciente. Además fue un bar que buscó de todo, trovadores, bailes para señores de la tercera edad, proyecciones de documentales, domingos infantiles; en ese templo de la timba y la salsa brava, también llegaron a presentarse grupos de ska, hip hop y hasta rocanrol como The Skatalites, Guerrilla Seca y Dermis Tatú.

Son muchas las razones por las cuales este local podrá ser recordado, su informalidad, el calor que hacía, sus precios económicos, las bandas en vivo, la atmósfera que ofrecía para el flirteo -poca luz, mucho alcohol- los invitados internacionales que cantaron sobre su tarima -Joaquín Sabina, Luigi Texidor-, y también la timba, sus golpizas y su final incierto.

El escritor Fleján relata que una vez fue con cinco amigos, y presenció una de las trifulcas más violentas que ha visto en su vida: "eso fue una coñamentazón, era como una película de vaqueros, un efecto de dominó que comenzó con alguien peleando en un lado, una explosión de dinamita, sillas volando, todos se cayeron a coñazos. Todos. Nosotros nos fuimos sin pagar y volvimos como a las dos semanas. El mesonero era tan arrecho que se acordaba de nosotros. ¡Nos trajo la factura!".

"Era un bar maldito, muy maldito, lo bohemio y universitario terminó convirtiéndose en un rumbeadero con todas las facilidades", completa Bujanda. El periodista Nelson González Leal también estudió en la UCV, y bebió y bailó en la Calle Villaflor; ahora vive en Brasil y recuerda el local con nostalgia, para él se trata de algo legendario: "era nuestro cuartel general, laboratorio de ideas, foro de discusión, medio para diseminar nuestros pensamientos, trinchera para el resguardo intelectual y sensitivo, y muchas veces campo de batalla".

Para Rivas, las peleas efectivamente eran un problema, pero no lo más difícil del negocio: "también estaban los que querían entrar sin pagar, o los que pedían créditos y no volvían. Tener un bar o administrarlo no es destapar cervezas y servirla; es complicado: toda la logística, levantarse temprano a recibir la caña, después la comida, la limpieza, la permisología, las prestaciones sociales y el seguro de los trabajadores. ¿Quién saca las cuentas? Los impuestos. Hay subidas y bajadas y siempre te roban.
( Bailatino: Ante los ojos del mundo)


Cuarto y último set: El paro y el incendio
( Bailatino: Amigo Nunca )

Cuando llegó el paro petrolero, a Víctor Rivas lo llamaron para dirigir el programa Aló Presidente. Lo hizo hasta febrero de 2003, mientras el bar continuaba abierto; pero era difícil conseguir cervezas y eso significaba un gran problema. Uno de los dueños quería cotinuar. Rivas también: "Me permitía oír lo que decía la gente, tener el pulso político de lo que pasaba. Los bares son buenos para eso".

Se vieron obligados a comprar cervezas colombianas y mexicanas, pero se vendían a un precio más alto que el de las nacionales: "el público fue mermando. Un viernes el gallego cerró, por supuesto, porque no había ni cervezas. Abajo, en el Almalak, había una máquina para hacer shawarmas, eso es un pincho que calienta, y lo dejaron prendido, algo que solía suceder y no había mayor problema porque tú al día siguiente lo apagabas. Pero como fue ese viernes y el gallego había decidido cerrar, eso comenzó a calentar, a calentar, hasta que explotó. Sobre eso, en el segundo piso, estaba el depósito de licores, que era donde yo me metía escondido a pagarle a los músicos; ese calor acumulado allí comenzó un incendio lento que yo supongo que descubrieron los bomberos el domingo, o el lunes", declara Rivas.

Por si no lo han notado, este es el final. Donde comienzan las versiones: "como el deber de los bomberos es aplacar el incendio, ellos entran rompiendo todo, pocetas, tuberías para que agua se regara, qué sé yo, ahí terminó el negocio. El gallego no había pagado el seguro. Mucha gente dijo que él había quemado eso para cobrar el seguro, o que yo lo había quemado para lo mismo; pero ¿cuál seguro?, si no había".

En los Bomberos Metropolitanos de Caracas reposa un expediente con el número 101-03; ahí se lee que "en el lugar se suscitó una combustión generalizada con la posible existencia de más de un foco de incendio independiente entre sí". Según el Capitán del cuerpo, Alberto Arias, debe existir relación entre los elementos transmisores de calor, de lo contrario, quiere decir que alguien provocó el incendio. Y en este caso no hubo sólo dos focos. Hubo cuatro.

En sus conclusiones, el informe dice: "se presume que la misma estuvo relacionada con una llama abierta (antorcha, yesquero, fósforo, entre otras), la cual fue aplicada directamente por un factor humano de manera activa, por lo que en concordancia con el artículo 27 de la Ley de los órganos de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), se procedió a notificar este hecho a la comisaría Simón Rodríguez". Fin de la historia. No hay más después de eso: recuerdos y ningún responsable. Los fantasmas de la Calle Villaflor se incendiaron esa madrugada y se acabó el baile. "Después de quemarse el O' Gran Sol nadie iba a invertir allí", dice Rivas.

El lugar estuvo cerrado un tiempo, luego sirvió como depósito para los buhoneros, hasta que llegaron los dueños de otro local y alquilaron el espacio para montar lo que hoy se conoce como el City Day. Noviembre, 2005, con el afiche de su primer aniversario todavía pegado en la entrada.

El City Day tiene muy poco o nada que ver con la atmósfera del O' Gran Sol. Está en el mismo lugar, ofrecen pasapalos y colocan salsa. Pero ya sabemos que a los locales los hace su gente: los asiduos de entonces ocupan hoy otros asientos y, al parecer, los estudiantes universitarios prefieren otros bares.

4 comentarios:

Unknown dijo...

O' gran nostalgia
de mi época universitaria
del jubile
de las cervezas
de los amigos
y de esa manera deliciosa única y existencial de perder el tiempo

Anónimo dijo...

chamo car'e rata te pasaste!!

que buena crónica..

q buenos recuerdos

viva el ron pinchao, la salsa brava y los amaneceres destructivos!

¿Qué es esto? dijo...

Dos comentarios de estreno es más de lo que esperaba para un texto tan largo. Gracias, nostálgicos. Una noche de estas la bailamos.

Anónimo dijo...

Este texto huele cervesa pilcen derramada sobre la madera de la barra...

te quedo bien de pinga leo.
Te mando kgs de buena vibra.
cuídate.